martes, 29 de julio de 2008

Crónica de la final de México '86

En el mediodía mexicano el Estadio Azteca reunía en un solo momento todos los entrenamientos, todas las giras y las charlas tácticas, las concentraciones y conferencias de prensa, todos los partidos previos, que ahora sí parecían tener sentido para aquellos veintidós futbolistas que estaban a punto de iniciar el partido más soñado: la final de una Copa del Mundo.
Pero más allá de los sueños de hinchas, jugadores y del cuerpo técnico aún quedaba un partido y la Argentina llegaba más sólida que Alemania, con un dibujo táctico más efectivo, con el mejor jugador del torneo y, lo que se confirmaría en los últimos minutos, con más reservas anímicas y físicas.
Desde el inicio el equipo de Carlos Bilardo impuso su mejor manejo técnico del balón, sostenido en el despliegue obligado de Héctor Enrique y de Jorge Burruchaga, ya que Diego Maradona estaba demasiado ocupado tratando de librarse del “pegamento” de Matthäus. En una de esas pegatinas, el diez generó una infracción por derecha a los 22 minutos, que derivó en el centro de Burruchaga y en el gol de cabeza del “Tata” José Luis Brown, acaso el gol más fácil que se haya convertido en un partido tan difícil, porque el arco había quedado sin la presencia del arquero Schumacher, engañado por el efecto de la pelota en el centro.
Argentina jugaba mejor y tenía mayor control del balón. Mientras los minutos pasaban los alemanes parecían esperar el entretiempo para que Franz Beckembauer les refrescara las ideas. Sólo dos de ellos sabían llevar a la práctica las directivas del “Kaiser”: el incansable “Tanque” Briegel y Matthäus, uno defensor y el otro carcelero de Maradona. Pero en el segundo tiempo se volvería a ver algo del verdadero Rummenigge.
Cuando Jorge Valdano definió con clase a la salida del arquero y puso el marcador 2-0 todos pensaron lo mismo: partido liquidado. Iban 56 minutos.
Pero en uno de esos centros desesperados apareció el alma de Rummenigge del ‘82 para enviar de rastrón la pelota a la red y descontar. Más tarde, Dieter Völler hizo delirar y levantar de sus asientos a toda Alemania Federal. ¿Milagro? Nada de eso, el seleccionado alemán poseía antecedentes aún más heroicos, Mundial de 1954 por ejemplo. Todos volvieron a coincidir en sus pensamientos: se viene el angustioso alargue.
Pero a ocho minutos del final la zurda rebelde de Maradona dejó sólo a Burruchaga, aunque muy lejos del arco. Entonces el talentoso volante que se había iniciado como marcador lateral derecho en Arsenal de Sarandí y que a esa altura era una las figuras del Mundial recogió la pelota y corrió, corrió y corrió. Y siguió corriendo, para sentir el grito de un país entero.

viernes, 25 de julio de 2008

La historia del fútbol en crónicas

Este es un espacio creado para compartir y disfrutar de la historia del fútbol en formato de crónica.